Apoyaba el mate sobre un plástico que cuidaba de no ensuciar el mantel; el mantel cuidaba de no calentar el vidrio; el vidrio cuidaba de no marcar la mesa… creo que nunca puede ver la mesa como es. Pensaba en eso cuando, caminando por el living de mi casa, descubrí un sillón marrón claro. ,Corrí a preguntarle a mi mamá cuándo lo habían comprado y ella, riéndose, me dijo que sólo había sacado la funda para lavarla. Fui rápidamente y me senté, lo probé en su estado original, cerrando los ojos escuché que mi vieja me pegaba un grito para que no me sentara, para que esperara la funda.
El asiento del auto de mi familia estaba recubierto por un plástico transparente, que más de una vez me hacía resbalar cuando me sentaba; nunca pude sentir la suavidad del tapizado, se vendió así. También a mi viejo le costaba mucho usar trajes, por el solo hecho de sacarlos de la fundas. Lo miraba cómo doblaba y acomodaba eso que estaba destinado a cuidar –creo que de haber una funda para las fundas de los trajes, mi viejo la compraba seguro. Mi mamá y el plástico de los colchones es algo que no quiero recordar.
Me costaba cambiar de canal y me sentía muy cómodo cuando todos dormían y yo podía con total impunidad sacarle la funda al control y apretar como Dios manda los benditos y nuevos botones… hasta que un día pasó la pesadilla de mis padres: volqué mate en el desnudo control y murió. Entonces lo enterré en el cantero de mi casa, eso sí, con la funda. Nunca supo nadie de mi delito.
Ahora, muchos años después, me acuerdo que juré que nunca iba a usar fundas, ni siquiera estuches, todos con el fin de cuidar y no usar del todo el objeto. Pero las costumbres empujan y deciden por nosotros: sin darme cuenta veo la pantalla de mi celular y noto que tiene un vidrio que cuida al vidrio, y una carcaza que cuida la carcaza. Desnudo mi celular y lo veo por primera vez como es realmente. Lo peor es que siento miedo de verlo a la intemperie, un miedo a que se me caiga y se rompa que me avergüenza; pero me apuro para vestirlo con el estuche, funda, carcaza o lo que sea. Tengo que ser honesto y rendirme, saber que las fundas ganan, que usan el miedo y nos prometen seguridad, que es lo que todos queremos –y si no, igual las terminamos usando. Miro la funda de mi guitarra, el cuader-
no de mi hija (forrado, que es una forma de funda), el paraguas dentro de algo que oficia de funda… Me paro, abro la funda de mi notebook y me siento a escribir esta derrota.