El llamado

El ruido de la cañería era un grito afónico, un llamado desesperado y algo familiar. Me senté a fumar y tratar de calmarme pero no pude; entonces decidí enfrentar y abrir la canilla. El agua salía intermitentemente, en cada pausa un grito cavernoso, indudable, ininteligible, chocante. Cerré y salí a la calle como si así pudiera entender algo. Caminé sin destino y apurado. Sentía miedo, y me preguntaba porqué me asustaba tanto ese sonido. Mejor era volver a casa, cerrar la llave principal de agua y listo. El buscado silencio me daba tranquilidad pero al rato me empezó a incomodar. Prendí un cigarrillo y escuché dos nítidos golpes en la pared; me quedé quieto como si me vieran haciendo algo malo y escuché dos golpes más fuertes. Así pasé la noche, cada hora dos golpes. 

A la mañana hay un revuelo poco común: ambulancia, patrulleros y vecinos con cara de sueño. Me entero que mi vecina murió ahogada en la bañera.

Abrí el paso de agua y no pude escuchar más nada. A la noche me la pasé esperando los golpes pero nada. Ahora sé que no supe entender 

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