Final del camino

Hay amor en permanecer juntos y hay amor en dejarlo ir.
Elizabeth Berg

Caminaba lentamente, las generaciones de hojas muertas que vestían el ancho camino hacían al pisarlas un sonido agradable e inevitable. No quería llegar al final del camino, no quería llamar a la descascarada puerta, pero más lento no podía caminar. Pensar que cuando me decidí a venir estaba tomando un café, y fue tan repentina la idea que con un rápido ademán de quien escribe en el aire llamé al mozo, pagué y salí casi corriendo; tomé el primer colectivo para viajar tres horas y algo, ansioso, sin poder dejar por un rato de imaginarme haciendo una y otra vez la misma pregunta. Primero debía llegar hasta la puerta que a cada paso la quería más lejos, pero la realidad poco interesante me la acercaba. Dejar de pisar las hojas muertas para pisar el caminito de madera hasta la puerta sólo fue un cambio de sonido, ahora eran maderas que gemían a cada paso; supuse que era viejo y descuidado el camino, aunque no voy a negar que un poco de dieta no me vendría mal. Ya está, estoy frente a la inevitable puerta, ahora tendría que dar tres autoritarios golpes y esperar. Me quedé pensando que mi aire decidido contrastaba mucho con mis pensamientos. Estuve algún tiempo con un invariable enojo que me impedía hacer la bendita pregunta, seguramente por tener fuerte sospecha de conocer la respuesta. El amor se construye de a poco y a mí se me derrumbó de golpe. Posiblemente a ella se le iba cayendo cotidianamente sin que pudiera hacer nada y sin que yo me diera cuenta de su impotencia y, al final, de su resignación. El miedo y el peligro alimentan el amor. Cuando me di cuenta de su desdén me volví loco intentando generarle interés; el desamor estuvo más atento que yo, llegué tarde y mal. Cuando me habló de “tomarnos un tiempo” supimos que era una sutil y funesta manera de decir adiós. Inmediatamente me habló de la casa de campo de su madre y que tenía pensado pasar algunos días con ella. Yo la miraba sin entender qué pasa o que pasó. La explicación es muy sencilla para lo que ponemos en juego, es que yo estaba pensando algo que ella ya había procesado. Ahora estoy acá, la enorme puerta me dice que llegué al final del camino. Vengo a buscar lo que perdí. Entonces acaricio la descascarada puerta, me doy vuelta y desando el camino. 

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