Sé bueno y te aburrirás.
Mark Twain
En una estación sin pueblo, un grupo de chicos buscaban ser atraídos por la fascinación del miedo. Pero la soledad apagaba todo posible estímulo. Carlos preguntó, gritando innecesariamente en el silencio rural, quién se atrevía a estar quieto en medio de las vías hasta ser aturdido por la bocina del tren y Juan, con un entusiasmo contenido y temblando de emoción, corrió temerariamente hacia los durmientes. Con violenta lentitud el aburrimiento apagaba todo y las conversaciones giraron su atención hacia otro lado; Juan se acercó de vuelta al grupo, maldiciendo a todos los trenes del mundo. Luego Juan amenazó con determinación que si pasaba un auto rojo a partir de ese momento, él entraría desnudo al almacén de don Lucho, pero Carlos -con tristeza en la voz- dijo que si pasaba un auto o cualquier medio de trasporte es porque era un espejismo, o se habían equivocado de pueblo. El punto de reunión era la estación, por más que sus casas quedaran a varios kilómetros del lugar. Pero en este caso el calor y el tedio los hizo volver con paso lento y ninguna gana de hablar. Ya en la puerta de la casa de Juan, a la sombra de un mandarino se sentaron a ver cómo la tarde se perdía inexorablemente. Juan pelaba una mandarina con una velocidad inverosímil y Carlos prendía un cigarrillo con la afectación de un actor de Hollywood; los otros miraban en silencio.
La noticia de la llegada del gran circo era algo que los tenia tan expectantes que ni se animaban a imaginar como podía llegar a ser. Se hablaba de hombres que escupían fuego, una mujer barbuda, payasos terribles, leones y demás bestias feroces, el gran escapista Harry, trapecistas, zanqueros y todos los demás. Si bien los pocos carteles que lo anunciaban eran en blanco y negro y gráficamente precarios, no por eso restaba entusiasmo al grupo de amigos. Era pasar la noche y a las primeras horas del nuevo día ver cómo una enorme carpa y jaulas con ruedas llegarían al pueblo. Pero ya se estaba apagando la tarde y no llegaba nada; seguramente es sólo un atraso de gente acostumbrada a moverse continuamente, se pensó con optimismo infantil y días después con enojo grupal. Juan escupió lejos las semillas cuando vio que el auto de su papá se acercaba, él sabía muy bien que la bicicleta prometida tenía que llegar ahora y fue corriendo a recibirla. Cuando su papá bajó del auto le prometió la bici para la semana siguiente, y lo amenazó con no tráesela si no se lavaba las manos y se sacaba ese olor a mandarina. Pensó que sus amigos se iban a reír de él, pero la verdad es que todos estaban mirando para otro lado, ajenos a toda su situación. Volvió al taciturno grupo y arrancó una mandarina baja del producido árbol y lentamente, a conciencia, empezó a pelarla. Carlos casi se traga el cigarrillo cuando su madre se acercó sin que la advirtieran, una tos nerviosa lo dejó colorado y con los ojos llorosos, su madre le dijo cosas triviales sin aludir en ningún momento al cigarrillo. Se hizo de noche de tal forma que no se dieron cuenta que lo único que pasaba en el pueblo es el tiempo, sin el ánimo de imaginar un tren que los aturda y saltaran justo, o de entrar a lo de Lucho desnudos, o la bici, o de un reto por sentirse hombres, o la llegaba majestuosa del gran circo.