Hermanos

Zárate, 28 de octubre de 2017

Hermano Alejandro:

Cuando te llevaron al hospital porque te tomaste todas las pastillas que encontraste en la habitación de mami, sentí la tristeza más poderosa que podía sentir, y sé que algo mío cambió para siempre. Nunca imaginé que las burlas en la escuela podían llegar a dolerte tanto; supongo que papá y mamá tampoco lo imaginaban, pero no paro de recordar que más de una vez llegaste a punto de llorar. Y que contaste como al pasar que nadie te hablaba en clase. Ahora me vienen esos comentarios como puñaladas, y me doy cuenta que nos pedías ayuda. Intento dormir, pero sé que es imposible, mientras vos peleás por tu vida en el hospital. La tía vino a quedarse conmigo porque mamá y papá no se mueven de tu lado; supongo que sentirán culpa, supongo que se sentirán como yo. Cuando vuelven, lloran y hablan bajo por miedo a que yo escuche; papá fuma todo el tiempo y tiene los ojos muy rojos; mamá está como dormida. Y yo te espero, quiero contarte algunas cosas, hablar con vos. Dejame adelantarte algo: anoche, tarde, cuando la tía ya estaba dormida entré a tu habitación, me acosté boca arriba para ver qué veías antes de dormir, pavadas mías. Antes de salir miré tus libros (siempre leíste, y nunca entendí porqué) y me llamaron la atención unas hojas sueltas y me las llevé a mi habitación. Me senté en mi cama y empecé a leer cómo te tratan en la escuela, empecé a entender qué te llevó a las pastillas; las hojas me temblaban en mis manos, pero cuando llegué a la ultima, pude ver algo que me provocó un llanto invencible, en tu última hoja dibujaste a tus compañeros corriendo, porque los seguía mi caricatura gigante con una espada terrible. Hace siete días que te espero, sé que vas a volver, descubrí por tus escritos lo que te tocó sufrir, descubrí lo mucho que te necesito; quiero contarte que empecé La isla del tesoro, te imagino riéndote mientras te lo digo, quiero contarte que descubrí en vos un mundo fascinante de libros y dibujos, que en una noche sin sueño te dibujé al lado mío jugando a la pelota y disfruté mucho haciéndote una sonrisa grande, que no conoce hospital, pastillas ni burlas venenosas. Me caigo de sueño pero no puedo dormir. No dejo de imaginarte volviendo a casa, y empezando a compartir cosas juntos. Te descubro cuando no estás, siento orgullo de saber que en tus cartas siempre me nombrás, y siento una profunda tristeza por no haber estado a la altura de tu amor. Le prometí a Dios tantas cosas si te deja volver, que seguro me verás cambiado. Quiero mostrarte lo que llevo leído de La isla del tesoro, quiero mostrarte dibujos que hice, quiero que vuelvas y decirte que tuve miedo que te pase algo en el hospital, quiero que todo sea un mal recuerdo. Sin tan solo hubiésemos escuchado y prestado atención cuando contabas que no te hablaban o se burlaban, pero no le dimos la importancia que necesitabas, por la soberbia de minimizar lo tuyo, porque tenemos la pobreza de pensar que primero es mejor mandar un mensaje por celular, o que cualquier cosas es más urgente que mirarte y escucharte. Quiero que vuelvas, quiero pedirte perdón, conocerte no por tus cosas sino por vos. Quiero poder dormir, sabiendo que estás en tu habitación dibujando.

Te espera tu hermano mayor, Abel. 

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