Todo tiende al olvido, le digo al espejo con una sonrisa postiza que alimenta mi tristeza. Tengo desde hace ya un tiempo la costumbre de hablar solo. El tema empezó con un canario: le hablaba a él como si eso fuera menos raro, pero de a poco o por falta de movi-
lidad de la jaula, empecé a hablar solo. Pensé en comprar una jaulita más chiquita, más portátil y sacarlo de ese armatoste pesado, pero su muerte me sacó de toda duda.
En casa hablar solo es algo que con su muerte se agudizó, el hecho de vivir solo ayuda, pero cuando hago algunas compras me tengo que contener de no entrar hablando al almacén. Eso sí, en el camino puedo charlar lo más bien y sólo tengo que cuidarme de bajar la voz cuando pasa alguien a mi lado. Más de una vez, sorprendido en mis soliloquios, simulé estar cantando, pero no podía evitar ponerme colorado hasta las orejas. Ahora me acuerdo que mi vieja tenía esa costumbre y cuando la descubría me decía que pensaba en voz alta o hablaba en pensamientos, pavadas de alguien que no se hacía cargo y se avergonzaba de hablar sola. Creo que todos en algún momento decimos cosas estando solos, eso es así; el tema es hablar, o sea, preguntar y contestar a la vez y hasta reírse de lo que se dice o enojarse, ese es el tema. Al ratito de estar solos hacemos cosas indecentes, eso es seguro: algunos bostezará desvergonzadamenten, o hurgarán en sus narices con énfasis patológico, cantarán apretando el puño cerca de sus bocas simulando un micrófono… La lista en larga, casi insondable como la condición humana. Trato de pensar cuándo fue el momento que tuve que ocultarlo; de chico lo hacía sin ningún problema, hasta puedo decir que resultaba simpático, pero de grande es más bien repelente. A veces cuando escucho que alguien dice de mí que soy muy callado me sonrío al pensar que nunca me escucharon estando solo. Consultar con un médico es contestar pavadas: que si escuchos voces, que si me pone mal hacerlo… Aparte lo hice una vez y cuando entré sin golpear a su despacho escuché el final apurado de un murmullo; lo que supe sin ningún tipo de dudas es que lo corté en medio de una charla solitaria y, la verdad sea dicha, conmigo perdió toda autoridad él y todos los que hablen del tema. Así que con o sin canario hablo solo; empiezo a la mitad de una conversación que sólo tuvo lugar en mi cabeza y pongo en palabras cuando me vienen ganas o repito enfatizando algo que después olvido.
Dónde estaba el reloj, la pintura está más blanca que en el resto de la pared, el reloj está en el suelo evidenciando su caída, yo insulto en voz alta y pienso en voz baja, “cada uno estando solo, hace lo que quiere”.