El sueño era raro, (como casi todos los sueños): me levanté dejando acostado mi cuerpo, me miré dormir, estaba de costado y la boca abierta, una baba a medio caer, vi en mi rostro la relajación y la sinceridad que da el sueño. Me acaricié mi ausente brazo; no sentía miedo, intenté despertarme (tengo esa habilidad) y no pude; empecé a alejarme de mi cama; no me veía mi cuerpo, era solo visión, deambulaba por la casa casi divertido por mi nueva condición, la pensé definitiva y me asusté. ¿Habré muerto?, me pregunté y no quise arriesgar una respuesta. Escuché nítidos ronquidos y supe que me había puesto boca arriba (siempre ronco en esa posición). No quería volver a verme dormido; intenté prender la TV y pude sin problemas; apagué rápidamente como una prueba superada, sentía que podía tocar las cosas y era una sensación muy rara; intenté atra-
vesar una pared y sentí el golpe en la cara; desistí de con cierta vergüenza y desazón.
Vivo solo desde que murió mi abuelo y saberme solo en esta condición me daba un poco de comodidad. Sentí la obligación de subir al altillo, cosa que no hacía desde hacía años; pensaba muy locamente que iba a encontrar algo que me haría feliz. Soy propenso a pensar cosas, que si las cumplo me va a pasar algo bueno, hasta a veces pienso que si no hago tales cosas, me va a pasar sin lugar a dudas algo malo. Decidido subí, la falta de oxígeno y el calor que había adentro eran difíciles de soportar; era ridículo haber subido, pero eso era lo menos ridículo dada mi condición, no sabía que más tenía que hacer, me di vuelta para bajar la escalera y terminar si podía con esto, cuando mis ojos se encontraron con la moneda. Era sólo una moneda que mi abuelo me había regalado. Mi pesada insistencia venció a su débil voluntad, como siempre que yo le pedía algo y me la dio mirándome a los ojos. Sabía que le costaba el regalo, pues era de coleccionar monedas (y ésta era de las más antiguas que tenía) pero también sabía que le costaba más decirme que no y eso lo usaba casi siempre. Me senté en el suelo pensando estas cosas y apretando como nunca la moneda.1889 y un escudito era todo el dibujo de la moneda. Sé que para él valía mucho y ojala supiera lo que significa para mí; abría mi mano, la miraba y la cerraba bien fuerte. Nunca supe cómo llegó al altillo pero siempre la busqué en la casa –me insultaba cuando la buscaba, cómo había podido perder lo que él atesoraba.
Crecientes sonidos de golpes empezaban a molestarme; cuando ya eran insoportables, me desperté con mucho dolor en mi mano acalambrada, ignorando a quien llamaba a la puerta. Abrí mi mano y la opaca moneda estaba más linda que nunca.