Otra vez pasó y con Tom, en un momento creí que lo podía manejar o que dependía de mí que pasara, pero no, lo que sí traté de hacer fue ver los dibujos que me gustan para ver si funciona con ellos y nada: nunca el Coyote, nunca el conejo Bugs Cunny, siempre Jerry y Tom. La primera vez que pasó yo estaba viendo los dibujos como siempre y en un momento Tom me miró, se acercó al vidrio de la pantalla, se agachó, sacó primero una pata y después lentamente la otra. Parado delante de mí no se lo veía tan grande; escuchamos ruido de la puerta de calle y entró rápidamente a la tele. Je-rry es distinto: sale cuando quiere y quiere casi siempre, tiene mucha habilidad para los escondites y su tamaño lo ayuda, es suave, rápido y muy simpático. En mi casa no hay gato y él lo sabe bien, tal vez por eso le gusta tanto estar conmigo. Puedo ver poquísimos canales pero cuando tengo la suerte de estar en la casa de mis tíos veo muchos y nunca sale nadie, y ni me miran. Muchas veces, enojado, en mi casa intenté entrar a la tele, no me importaba que fuese en el peor lugar, hasta en el desierto del Coyote; me daba igual con tal de salir de mi casa, pero nunca pude, algo hacía mal y sólo conseguía darme la cabeza contra el vidrio. Tuve la tentación de contarlo en mi casa pero siempre fui lo suficientemente maduro para saber que no me iban a creer. Ahora ya estoy grande, ni pienso que los Simpson puedan hacer algo, ni Phineas y Ferb ni nadie, es sólo un recuerdo de mis ocho. La magia se va apagando con la injusticia de no haber tocado nunca al Coyote ni hablado con el conejo Bugs. Me esperan nuevas injusticias, la de los catorce; sólo espero que no sean tan duras. Hace más de un año que estoy sin Tom ni Jerry.
Trato de estar solo para ver si en algún lugar aparecen pero nada. Creo que se me está haciendo muy pesado esto de extrañar. Seguramente a mis veinte extrañaré esto que siento ahora; lo que sé es que sigo con la intención de meterme dentro de la tele, en el desierto y buscar al Coyote, o en la casa de Tom, o en el bosque llamando al conejo, donde sea que no pasen cosas que hagan extrañar tanto.