Basura

No pasó nada el primer día que no pasó. Es más, puedo decir que ni nos dimos cuenta. El segundo día la cosa cambió, aunque no se salía de lo habitual.

El tercer día preferimos no sacarla, igual no teníamos opción: no había más lugar en el cesto, y en el de al lado me daba vergüenza ponerla.

El cuarto día empezó sin dudas el problema, porque al tema de no saber dónde ubicarla se le sumaba el desagradable descubrimiento de unas bolsas extranjeras en mi cesto ya repleto. La radio no decía nada del tema y en el centro de la ciudad las veredas estaban colmadas de bolsas negras; los clientes de los bares preferían sentarse adentro para no compartir el triste paisaje de la basura. Puede ser que hasta ese día el tema del olor pasase desapercibido, pero el quinto día fue terrible. Los días siguieron invariablemente iguales y ya se podía ver a las personas caminando y hasta manejando con barbijos puestos. El tema era insostenible, el calor y la humedad aumentaban el olor. Cuando se empezaba a pensar que nada podía ser peor, comenzó una lluvia bíblica: las bolsas flotaban en las calles, y cuando paraba de llover los perros se ocupaban de mostrarnos qué había dentro de las bolsas negras, las descuartizaban y desparramaban por todos lados. Uno en mi cuadra planteó la idea de quemarlas; yo lo escuché, pero cuando imaginé el olor que produciría el humo, deseché la idea. Al principio, cuando veíamos las ratas cruzando las calles, acelerábamos con el auto para pisarlas, pero después fueron aumentando la cantidad y nuestra preocupación. 

No creo equivocarme cuando digo que en esos días veía más gente en mi ciudad que antes; gente buscando en la basura. Muchas personas se juntaban en la municipalidad a pedir respuestas. Entonces, por fin, el intendente de la ciudad habló por la radio, diciendo -como si fuera necesario- que los recolectores de basura estaban de paro por tiempo indeterminado, y aclaró que la queja, el motivo de la protesta era que ellos querían cambiar la separación de los residuos para su reciclaje. Que la medida de fuerza era para concientizar y evidenciar lo que se produce de basura por días, y que el problema o situación era de todos, y que sin la mínima colaboración se llegaba a eso. Cuando el hospital colapsó, cuando se cerraron los bares y negocios porque las ratas entraban, cuando se empezaba a poner violenta la ciudad, se levantó el paro, y en las siguientes elecciones cambió el intendente. 

Cuando escuché de un nuevo paro, solo alcancé a ver algunas bolsas. Ya teníamos programado vivir en el campo, lejos de los vertederos de la ciudad.

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