No cobro, quédate tranquilo, me dijo y agregó pero te lo voy hacer pagar.
Y explotó en una genuina risa infernal que terminó en una tos furiosa y en ojos vidriosos,
mostrando una cara despintada de bataclana en tardía retirada.
Cuando salí a la calle sentí una soledad que destiñó mi alma.