Tengo el título y no tengo el cuento. Empezar por ahí no está mal, el tema es saber cómo seguir, el tema siempre es cómo seguir. Puede ser la escena de un hombre que, en medio de la plaza y subido a un cajón de frutas, empieza a contar una historia; algunos que pasan por al lado lo miran con curiosidad o pena. Y otros, sin saber bien por qué, se paran a escuchar. El hombre no levanta la voz en ningún momento, y la historia parece empezar en la mitad o el final, en realidad es lo mismo. Lo que cuenta empieza con: “Las caras de sueño en un amanecer en la estación de ómnibus; un auto viejo que para y los levanta; ella se acomoda en el hombro de él; él se duerme. A la hora ella, lo sacude y él pregunta cuánto falta; cuando escucha que el conductor dice «una hora», empieza a ratear el motor del auto, los sacudones terminan por despabilarlos, y por hacer que el auto se pare. Sin saber si bajarse o esperar, ellos lo miran y él se baja. El sol de la mañana da a entender que pasar el mediodía en la ruta es suicida. El conductor levanta el capot y mira el motor como si nunca hubiese visto uno; lo baja violentamente, materializando, toda la bronca en ese acto. Ella con un poco de miedo lo mira a él y se baja de auto. El conductor siente culpa cuando dice que el auxilio va a tardar una hora; ella siente enojo y él, nervioso, le pregunta porqué no lo sabe arreglar él. El conductor se ríe sin ánimo de ofender, y dice que sólo estudió algo de contador público”.
Sin saber si la historia terminó el hombre se baja del cajón y se va. Al otro día llegué tarde, el hombre ya casi terminaba la historia, solo alcancé a escuchar que ella estaba desquiciada por la locura desatada en él y el conductor, y que decidió (bajo un sol asesino del mediodía), abrirse las venas con un espejito de su cartera.
O puede ser un suicida que a punto de ejecutar su acto (pongamos que se va a tirar por la ventana), decide antes atender el timbre de su puerta. El contador de su empresa viene a decirle que no todo está perdido pero que tienen que hacer muchos recortes y tirar los gastos grandes por la ventana, él se ríe por la expresión y el contador lo mira serio. Lo intenta, a los dos años se decide por el veneno de las pastillas y muere en un hotel cercano a su empresa.
Si lo importante es saber cómo seguir, ahora sé cómo seguir. La próxima vez empiezo por el cuento y después veo el titulo.