En esos tiempos

Le saqué una foto a la foto de polaroid y la puse de fondo de pantalla en mi computadora. La foto se resiste al paso del tiempo y guarda buena parte de su inicial nitidez. Tiene marcos muy gruesos y blancos que dan la impresión de una foto más chica. Recuerdo que en esos tiempos, cuando se sacaban las fotos, uno debía ponerla debajo del brazo o taparla con algo, pero lo que yo hacía era sacudirla como quien sacude un termómetro (también había que sacudir los termómetros en esos tiempos) para que así apareciera lo fotografiado; también recuerdo que la foto en cuestión fue sacudida con tal frenesí que en el movimiento se me escapó y fue a parar debajo de la mesa. Rápidamente la encontré pero me fue imposible sacarle unas miguitas que quedaron adheridas en la parte central de la imagen. Hoy veo la foto en la computadora y las indelebles miguitas están intactas. Sé sin dudas que soy el autor de la foto; lo que nunca supe es por qué estuvo tanto tiempo debajo del vidrio del mostrador en el bar de mi tío. En esos tiempos me la pasaba sacando fotos, pensaba que mi mejor foto la iba a sacar el día siguiente y eso me impulsaba a seguir practicando. Si yo pudiera decirlo todo con palabras tal vez no me interesaría como me interesa la fotografía. Robar un instante, detener el indomable tiempo, la sugerencia como creación, la imagen hipnótica; intentaba cada matiz en cada foto y así llenaba mi cuarto, y de a poco toda la casa, de fotos apiladas en cada rincón. Hasta que llegó el día que tuve que trabajar y dejar parte de mí para después. No es que el trabajo no me deje tiempo para mis cosas, es que el tiempo que me deja es poco y tengo hijos y mujer con quien compartirlo. Para volver a decirlo, tuve que dejar parte de mí para después. Si la pasión que le ponía en cada foto pudiera ir de la mano con la calidad, no tengo dudas de que hubiera podido llegar a algo. Pero lo mío sólo era pasión y sólo llegué a modestas fotos, y creo que la mejor está decorada con unas impertinentes migas. Hoy la veo casi a diario, tiene buena luz y se nota que estoy bien ubicado para la toma; la imagen no es gran cosa pero fotografiada tiene un algo que no sé definir pero que juzgo imprescindible. Las migas le sacan fuerza, es una lástima; cada vez que la veo me acuerdo cómo la sacudí –no era necesaria tanta vehemencia- pero ya está, sólo puedo pensar que cosas tan chiquitas pueden arruinar algo tan bello y, lo peor, seguir arruinándolo a diario. Hoy pienso lo que pensaba en ese tiempo cuando apretaba el botón de la cámara: cuando termine de apretar, el ahora ya es pasado y sólo queda el presente en la imagen, así de importante era y es una foto para mí.

Vuelvo a ver mi monitor y la foto retiene una fuerza que pareciera que aumenta con los años y con cada vez que la veo. Me gusta preguntarme, ¿me pasaría eso sin las miguitas? Me gustaría poder contestarme. 

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