Instrumentador 

Era una de las cirugías simples, y yo trataba de mantener la concentración al máximo; había preparado todo con relativo tiempo y quedé conforme. Era un día más, una acción de mi cotidianidad, pero lo vivía con nervios –todo vivo con extremados nervios, por eso trato de mantenerme un paso adelante en esa delicada situación. Las pinzas no eran tantas en este caso y las conocía como a mis dedos; estaba todo listo, lo sabía porque dependía de mí; cuando alguien, asustado, me dijo que se había terminado de preparar minutos antes, y cuando lo vimos que entraba simulando firmeza es sus pasos, todos nos miramos. Torpemente se ubicó a mi lado y supe que esta vez iba a ser diferente, amenazadoramente diferente, pues de su barbijo despedía un olor etílico que no pude ignorar, aunque confieso que lo intenté. Con las miradas nos entendíamos como endemoniados, celeridad y eficacia, y sé que él se dio cuenta; lo confirmó cuando terminó y en su mirada leí sin dudas un agradecimiento cómplice que no quiero reconocer, pero que en el momento sentí con orgullo. El éxito del final me dio un poco menos de culpa, de sentir que se llegó donde se tenía que llegar y sólo tenía que silenciar el cómo. Trato y traté de pensar siempre que salió bien y es esa es una verdad innegable. 

La noticia de casi una hora después no me sorprendió pero me dejó sin ganas de seguir. Sólo un titulo en un noticiero, solo una noticia más, frías letras rezaban “Conductor chocó ebrio contra un poste de luz y falleció”. 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio