A Damián Vidal
Zárate tan querido que hasta cerrando los ojos te vuelvo a ver
Que hasta estando manso corro por tus venas
Que te extraño en cualquier lugar
Que irme siempre es tan amargo
Que volver siempre es tan grato
Siento cuando te nombran, lo mismo que cuando me nombran
Río y humedad, visión de un puerto quieto en soledad
Barcos que pasan contemplando tu paisaje
Poniendo movimiento a tu postal
Todo es viejo o nuevo, todo es igual
Las caries de tus calles fueron rampas de mis bici-sueños
Rincones anónimos, central nuclear
Paredón blanco de un gastado arsenal.
Tango, verano, gente y plaza, sin cesar
Camino desde chico por el cemento de tu panza.
Me escondo en tu cuerpo de edificios y casas
Tu brazo enorme, símbolo de la ciudad
Y sus diminutos vehículos que vemos cruzar
Ciudad de árbol caído al primer viento
Ciudad donde choqué con las miradas que aún me quitan el aliento
Zárate querido que en otras ciudades te veo,
Porque te llevo, porque nunca me quise ir.
Una de nuestras mejores poetas (María Elena Walsh) dijo: “Porque me duele si me quedo pero me muero si me voy”. Nunca pensé en el peso de esas palabras, solo me gustaban y gustan como suenan.