Reformar

El mundo no puede sostenerse sin injusticia.
Carlo Dossi

La falta de tiempo siempre fue la mejor excusa; mi falta de interés en escribirla fue siempre lo que verdaderamente me frenó. La historia de lo que pasó la soñé varias veces, pero contar los sueños es una de las formas (creo yo) de ahuyentar a cualquier lector. El tema es que visualicé muchas veces lo que en realidad no pasó. Pero la esencia de la acción estaba, quiero dejar en claro que siempre digo lo que pienso, aunque en muy pocas ocasiones digo lo que digo. No sé si soy claro, pero intento. Estoy dando rodeos para decir lo que pasó y es que me cuesta escribirlo, y el morbo de pasar cerca del tema central tampoco es algo que disfrute, pero es que necesito tomar envión como cuando era chico y tenía que correr una carrera. No quiero ser desagradablemente sincero y tampoco puedo ser sincero a secas, necesito tiempo para escribirlo. Padezco, desde que me acuerdo, de una timidez discapacitante. La escuela fue una tortura en todos los sentidos, y el primer beso, algo que no creo que vaya a pasarme. Muchas cosas creo que nunca van a pasarme; estoy maldito, me gritaron una vez en el patio de la escuela y se quedó grabado en mi cabeza, junto con las risas que le siguieron. Sí, estoy maldito, ¿y que? Y si no lo estoy, tengo que saber que no soy uno más. No soy gordo, no uso anteojos, no soy petiso ni muy alto; quiero decir, no soy el clásico chico al que le hacen sentir la ridícula culpa por algo físico. Y sin embargo así me trataron siempre, no me estoy justificando. No busco que me entiendan, ya es tarde para eso, sólo que confesándome puedo llegar a entenderme; es algo personal. Ella se perdió en mi memoria o la dejé de buscar, que es lo mismo. Aunque tengo sueños pero ya dije que de eso no voy a hablar ni escribir. Estoy en un lugar terrible, destinado a mejorarme. Acá probé el alcohol y me gustó de tal forma que me asusté y no tomo más. Fumar fumo, es inhumano no hacerlo. Ya voy entrando en tema, recién la nombré al pasar, dije que ella se perdió en mi memoria, aunque exageré o mentí a medias; ella, Ana, es el porqué estoy acá. El mundo es un lugar de porquería, lo que pasa es que no tenemos con qué comparar, digo yo en la oscuridad de mi cuarto o celda –lo nombro de una forma u otra según mi estado de ánimo. Pero poner la culpa en Ana es aliviadoramente injusto, la verdad resuena en mi cabeza con sus risas de telón que nunca se cierra o baja. Estoy maldito, y debe ser verdad, nadie puede hacerse cargo de mí, por lo tanto debo reformarme o algo así. A veces pienso que si no intentaba basarla esa vez, quizás no estaría escribiendo esto o no estaría es este lugar. Ella gritaba mucho, y alguien lo calificó de violación. Suena a fantasía pero la realidad es que comparto mi cuarto (ahora estoy de buen humor) con uno que sí violó y me apena decir que no es fantasía; pero debo confesar que es una buena compañía. Dormir en la plaza no está tan mal. Alguien en el patio de este infierno me dijo que por eso estoy acá, que saque de mi cabeza que estoy maldito y sobre todo a Ana, me ayudó esa sentencia a saber que ahora el maltrato, las palizas, las verdaderas violaciones y demás humillaciones son por algo. El mundo es una porquería, me digo en voz baja y escribo lento en la oscuridad de mi celda. Estar en el infierno sin saber porqué es la parte más dura del castigo. 

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