Cien sospechas son una prueba.
Fiódor Dostoyevski
Saliendo de un silencio prologando para él gritó:
-¿Verde oliva o verde botella?
-Mejor verde marihuana -se escuchó la voz de Tito desde el sillón donde estaba mirando la televisión apagada. Desoyéndolo, Pablo siguió con una lista de colores y con sus representantes.
-Ya está -dijo Pablo, como quien se acuerda de algo-, verde manzana.
-Por un momento generaste expectativa –reconoció el flaco-, hasta que dijiste manzana, es el peor verde de todos -sentenció, y prendiendo un cigarrillo se dirigió a su moto para cumplir con su reparto-. ¿Vos que opinás, Tito?
-Para mí es igual el color de la motito, es lo de menos, nadie le da pelota a eso y todos los verdes son parecidos -dijo, sacándose la pregunta de encima-. Pero el verde marihuana es el que más me gusta.
Pablo recibió las empanadas y la dirección, pensando en colores se acomodó en su moto, ubicó su casco donde siempre, es decir en mitad del brazo, y salió a cumplir su trabajo. La avenida Rivadavia estaba desolada como cualquier lunes de agosto a la noche, el frío hizo lo que no pudo la precaución y se puso el casco. Pensando en colores llegó a su destino. Tocó timbre y a cada rato miraba su despintada moto que apenas mostraba un verde oscuro, que ya se estaba retirando y le daba un aspecto sucio. Una señora totalmente despeinada le abrió la puerta y mirándolo fijo preguntó cuánto era. Pablo, antes de terminar de contestar, ya estaba recibiendo el dinero y escuchando que decía que estaba justo; pensando en lo superfluo de la pregunta anterior, volvió a su moto. Llegó al trabajo con mucho frío y se sentó a esperar el próximo pedido. El inconfundible olor a marihuana le decía que Tito estaba mirando la televisión y que podía seguir con el tema de pintar la moto. Tito estaba con la tele prendida a bajo volumen, con la mirada bovina seguía las noticias malas del noticiero; prefirió no molestarlo y sacarlo de esa especie de letargo en el que se sumía por largo rato. Al otro día cuando, volvió al trabajo, Tito seguía igual, como si lo hubiese dejado en pausa. Pero en esta oportunidad habló, cuando le preguntó qué estaba haciendo, contestó que viendo la noticia de la mujer que encontraron muerta.
Se sentó al lado, y volvió a sentir el frío de la noche anterior cuando vio la dirección de la mujer, y más cuando escuchó el testimonio de una pareja que decía haber visto una moto verde o algo así minutos antes del hecho. Pensó que “algo así” es que fue verde. Entonces sintió por primera vez que el tema estaba resuelto, casi gritó: “Rojo”.
-Rojo, sí, rojo va a quedar muy linda –Tito pensó lo mismo, y se lo dijo mirando su flaco cigarrillo.