A Laura
Sentado a la sombra de un parral, pelo lentamente una mandarina y voy dejando caer la cáscara en la mesa ajedrezada. Mi patio huele a tierra mojada y las chicharras están más sonoras que nunca; sé que tiene que venir mi viejo hoy, pero no quiero salir a la puerta, no quiero que vea que lo espero. Mi hermana se me acerca con un mate, yo miro la mandarina y ella se sonríe, se sienta al lado mío y empieza a tomar el mate; tiene puesta una camisa color vino que mi viejo le regaló. Me pregunta en voz baja si lo estoy esperando; me apuro en contestar que no, que sentado en el patio todo parece una espera. Siento que me pongo colorado hasta las orejas. Ella me mira con ensayada sonrisa. Sabe que miento y no me lo hace notar. Me pregunta si voy a escribir la historia que le conté la noche pasada; trato de explicarle que una idea puede quedar en una idea, que no tengo la capacidad de hacer un cuento, que lo mas probable es que salga mal, que se entienda poco y, lo peor, que sea aburrido.
-Sin embargo, algo escribí -digo, poniéndome de pie y sacando del bolsillo un arrugado papel. Leo: “Carlos, sentado al piano como cada sábado, enfrenta a un público expectante; de sus dedos se desprenden melodías de Mozart, y sus pensamientos vagan por calles de Boedo, otra vez el sueño de manejar un gran colectivo por esas calles tan queridas, hablar con pasajeros de trivialidades, eso para él es la libertad. Pero está trabajando en el escenario, necesita el dinero y debe cumplir.
Luciano frena despacio en cada esquina para que los pasajeros que viajan parados no se caigan para delante; fuma con la ventanilla baja y sueña, con los ojos bien abiertos, que está sentado al piano y sus manos bailan en las teclas al compás de Mozart, un público expectante no puede aguantar la ansiedad y aplaude antes de terminada la pieza.
Carlos con cara triste sale del teatro, con intencionada indiferencia deja su auto en la cochera, y con entusiasmo infantil sube al primer colectivo que puede parar. Viaja parado, apretado y feliz, mirando fijo cómo el conductor cumple con el sueño de él.
Luciano baja del colectivo con un cansancio terrible y toma un taxi para llegar a su felicidad, el teatro; para entrar y ver su sueño ejecutado por otro. Admirar la pasión del pianista”.
Mi hermana dice que no es aburrido pero le parece inverosímil, aunque no lo argumenta.
-Lo que es inverosímil es lo que dura el olor a mandarina en las manos -digo, y argumento llevando las puntas de mis dedos a su nariz.