Estoy

Una lágrima negra arrastra su maquillaje más allá de su cara. Su voz tiembla y llora. Tengo miedo de que lo diga, tengo miedo de escucharlo. Ella no puede con lo que sabe; no puede decirlo, solo mostrarlo. No puedo verlo y acá estoy. Con ganas de escapar silencioso y lento como un globo. Pero mantengo la mirada. Me lo dice y llora hasta mi pensamiento. Me lo dice y me duele hasta el árbol genealógico. Tengo que aceptar la voluntad de lo fatal, o perder con toda razón la razón. Creo que la conciencia, la lucidez, tiene más que ver con el suicidio. Acepto la tristeza y la alegría de disfrutar por última vez algo que amo. La alegría en retirada, y su mirada que se apaga.

Se va, después de tanto tiempo se va. ¿O se había ido antes y todo fue teatro, puro y descarado teatro? Exagero, y no sé bien de qué estoy escribiendo, pero sé sin ninguna duda cómo lo quiero contar. El desamor tiene gusto a fracaso, a derrota, a resentimiento, a abandono.

De chico pensaba que si sabía qué hacer con el aburrimiento, iba a tener ventaja sobre los demás. Hoy creo que el tedio va a matarme y yo lo voy a dejar. 

Todo lo que nos cambia la vida es ordinario, común y, en algún momento, perdemos el bendito interés, nos quedamos sin estímulos. Me dejé llevar por un sentimiento que no sentía, y ahora me avergüenza. La verdad que volver a estar solo después de algunos años no es ni mejor ni el suicidio. 

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