Conciencia

Me encerré en mi pieza y puse música fuerte. Así, hermosamente aturdido, pensaba tomar whisky hasta perder la conciencia. Sin los beneficios de los creyentes me hundo en la amargura del alcohol y la marihuana. Quiero decir, no puedo dejar ni desligar esta mochila de escombros que apedrean sin piedad mi alma. ¿La desesperación, el miedo a la locura, o algo que no sé nombrar, me hará permeable a la fe? No creo, ni en eso puedo creer. La pieza está llena de humo pesado, “Los heraldos negros”, de Vallejo, viene a mi mente y lo cito como una letanía. Sí, ahora sé que en algo creo; creo que el suicidio es un acto honesto. No acepto las condiciones y salgo con una acción noble.

Claro que para llevarlo a cabo necesito un coraje que nunca ni sospeché llegar a tener. ¿Pedirle a la divinidad que me dé fuerza para hacerlo sería una blasfemia? Golpes a mi puerta confirman lo que imaginaba. Estoy pensando en voz alta. Pero sé que Black Sabbath al volumen que lo puse se lleva todos mis desatinos. Me tienta la idea de concretar, volver como fantasma y la escena típica de asistir a mi funeral. Ver a la basura de mi viejo, seguramente borracho, haciendo fuerzas para llorar mientras mira a alguna nena con ojos enfermizos. O mi vieja hablando estupideces con alguna estúpida. Y saber bien que no perdí nada que seguir era indecente. El gobierno debería darles un premio a todos los suicidas. Y bajar el precio de los whiskies. Me digo sirviéndome el último trago. 

Creo que estoy pensando pavadas con la certidumbre de conseguir lo buscado, perder la conciencia. 

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