Puedo sentir el encierro a campo abierto.
La libertad, en una cadena de producción.
La felicidad al oír una voz.
La comodidad en la sombra tímida
de un arbolito en verano.
La prolijidad en un
garabato de mi hija.
El miedo en un teléfono
que suena en la madrugada.
Parte de mi infancia en un aroma.
La tristeza en una foto.
La violencia en un silencio.
Puedo sentir y decir.
Escribir melancolías
de días que vuelven,
de noches que no amanecen.