Un día verdadero

—La pucha que soy tonta —gritó mi mamá cuando el plato ya era pedacitos de lo que fue. Me quedé algunos minutos pensando en ese insulto, tan hipócrita, tan querer decir pero a su vez guardar las formas. ¡Qué fuerza le saca a la descongestión del buen insulto una palabra impostora!

Agachada juntaba partecitas cuando se cortó la yema de un dedo y dijo:

—¡Me cache en diez! 

No aguanté más, la dejé sola en el suelo y gané la puerta de calle. Ya en la plaza (que es mi lugar donde voy siempre) sentada en el banco solo podía mirar “cosas impostoras”, como las palabras que usa mi mamá. Un hombre todavía joven con un notorio peluquín, un chico con pelo azul, una mujer con una manga larga que simulaba un gran tatuaje. No pude eludir el recuerdo de mis amigos atando unas bombitas cerca de la rueda de la bicicleta, tan cerca que golpeaban en los rayos, para así poder simular el ruido poderoso de un caño de escape. Me sacó de ese ensimismamiento los gritos infantiles de un nene vestido del Hombre Araña. Le sonreí y miré rápidamente a su padre quien lo corría con mal disimulado esfuerzo. Prendo un cigarrillo de marihuana y me dejo estar, que la tarde pase como quiera. Cierro los ojos y pienso en nada. Una mano me sacude el hombro y una voz dice que no se puede dormir en la plaza. Abro sorprendida los ojos y me excuso diciendo que solo estoy dejando pasar la tarde (como si pudiera hacer otra cosa). Resuelvo no discutir y volver a mi casa. Cuando estoy llegando un perro con remera gris y bozal intenta morderme pero apenas es una triste caricia, con intención asesina y tierno hocico. Su dueño inútilmente me tranquiliza diciendo que no muerde. Yo agradezco con ridícula sumisión y me alejo. Llego a casa y veo a mi vieja acomodando unas plantas de plástico. Me mira y pregunta por qué me fui, mientras chupa un cigarrillo electrónico. Le digo una mentira que suena a mentira. Me creyó y me fui a mi habitación. Me tiro en la cama prendo la televisión y un pastor me promete, con una media lengua entre portugués y el castellano más elemental, un cielo soñado no sé por quién. Apago e intento dormir. Como no puedo, tomo unas pastillas y duermo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio