La sensación de haber leído la novela duró lo que tardó en terminarla; cerró el libro sabiendo que iba a buscar más del mismo autor. La biblioteca de su ciudad estaba a varias cuadras de su casa y la excusa del exagerado calor le gustó. Se acomodó en el gastado sillón negro y antes que el calor perlara su frente, prendió el ventilador, del cual recibió pocas noticias. Fue muy desagradable cuando sonó el teléfono y sintió que la pregunta de su hermana y su propia contestación ya las había escuchado, hasta el punto de saber que antes de cortar su hermana se iba a enojar. Algo anda mal, se dijo y pensando que una caminata le haría bien, tomó el libro y salió derecho hacia la biblioteca, todo el camino mirando para bajo, pensando en lo que había pasado. Debo ocupar más mis días, hacer algún deporte, se recomendó, cuando alzó la vista, la vio y quedó duro, perturbado: la esquina, los colores, el auto mal estacionado y una bicicleta caída en la vereda, todo era perfectamente familiar, y no podía saber en qué momento había visto ya esa esquina tal cual la veía ahora. Por más sorprendido que estuviera sintió tedio y cansancio; sin llegar a la biblioteca emprendió el camino a su casa. Caminaba a desgano, concentrado en la rareza que le tocaba vivir. Cuando cruzó la calle no necesitó mirar para el costado, sintió el final antes.