Odiaba bailar en el Colón.
Odiaba el salto majestuoso.
Odiaba que la gente lo aplaudiera a rabiar.
Pero sabía bien que ese era el precio a pagar
para mantener su verdadero amor:
la verdulería en Haedo.
Odiaba bailar en el Colón.
Odiaba el salto majestuoso.
Odiaba que la gente lo aplaudiera a rabiar.
Pero sabía bien que ese era el precio a pagar
para mantener su verdadero amor:
la verdulería en Haedo.