—¿Basado en hechos reales? ¡No! yo no quiero eso. Busco inventiva, algo artístico, lejos de la realidad. No quiero una noticia, quiero algo basado en hechos ficcionales —dije, pensando en voz alta a la vez que me arrepentía.
—Bueno, sentate a inventar algo —dijo Carlos sin disimular su enojo y cierto apuro. Y agregó un—: Me tenés podrido —, en tono muy claro.
Me prendí un cigarrillo buscando inspiración o algo que me ayude a escribir. Nada, no sale nada. Aplasto el cigarrillo en el cenicero y pongo el agua para el mate. Ya no puedo confiar ni en la ayuda del tabaco, así que voy por la yerba.
Rezonga el final del quinto mate mientras miro la hoja de la pantalla más blanca que de costumbre. No quiero usar tan rápido lo que nunca falla, pero de soslayo ya miré varias veces la botella en la vitrina. Hasta que nuestros ojos se encontraron, bueno… mis ojos y su etiqueta. Me lo serví doble sin hielo y lo tomé de un trago apurado innecesariamente. Con más respeto me serví otro y agregué un hielo. Borré dos veces la primera línea del comienzo: la primera porque me pareció muy mala y la segunda porque la repetí. El whisky iba haciendo su efecto aunque no el que esperaba. Prendí un cigarrillo sin esperanza de atrapar ninguna idea. Me parecía que la pantalla disfrutaba permanecer en blanco, tan inmaculada y eléctrica, así que apagué la computadora y llamé a Carlos.
Con la voz pastosa le pedí disculpas y que me pasara los hechos reales.