Después

Cuando coincidimos en la cola de una Rapipago que iba muy lento, nuestras miradas se dedicaron atentamente a esquivarse. Acomodabas rápida y repetidamente tu pelo color arena; yo miraba mi celular sin mirarlo. 

Nos comportábamos con timidez, con la distancia de quienes han compartido la intimidad, no solo en la cama. Ahora somos lo que no pudo ser, o lo que pudo ser el tiempo que fuimos. Ahora, acá, escondiendo el saludo, dos desconocidos que una vez se conocieron. Acepté y compartí tu trabajosa indiferencia. Pagué y, para nuestra comodidad, me fui. 

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