Pedro

Los hechos y personajes de esta historia son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es a propósito.

—¿Estás seguro de empezar el cuento así? —dice Pedro mientras apunta a un gato que se lame lentamente, ajeno a todo peligro. 

—Sí, ¿por qué no? —pregunté no sin cierta molestia.

Disparó. El gato dio un grito terrible y desapareció de nuestra vista. 

—Mirá —dice Pedro rompiendo todo hilo de conversación, y con notable pedantería—, el Mahely 4 y medio es mejor que el 5 y medio, este último tiene mucha potencia para un plomito de balín que no puede mantener la dirección. La potencia justa es el 4 y medio. 

Vuelvo a preguntar qué tiene de malo empezar un cuento así.

—No sé, no me gusta —dice cerrando un ojo y apuntando a no sé qué. 

Pedro siempre tuvo sus… cómo decir… manías. Una vez me enteré que se había peleado con un tipo porque cuando caminando por la vereda se le antojó que tenía que ir siempre contra las casas, quiero decir lo más pegado a estas, un tipo que veniÍa de frente misteriosamente tenía sus misma intención. Nadie cedió. Después de unas piñas, el tipo se hizo a un lado (de manera involuntaria) y Pedro pasó dedicándole una sonrisa desencajada. Lo de la sonrisa me lo imagino yo, es que lo conozco muy bien. 

—Ahora te digo —dice después de disparar no sé a qué—, a mÍ el título y el argumento no me importan casi nada, para no hablar del final. 

—¿Y se puede saber qué es lo que te interesa entonces? — pregunté y agregué—: ¿A qué le disparaste?

Sin contestar a una de mis preguntas dice:

—Lo que me interesa es cómo está contado, lo demás es verdurita. Observaciones que nadie ve, planteadas con surrealismo sin salir de lo cotidiano. Aumentar la situación hasta que reviente y seguir. 

—Entiendo —mentí y con una vehemencia innecesaria maté un mosquito que me estaba picando el brazo. 

—La celeridad es proporcional a la violencia del golpe —dijo Pedro sin mirarme y sacándose un balín de su boca. 

Nunca entendí por qué se llenaba la boca con los balines. Que sea más cómodo y rápido me pareció siempre una pavada. 

—Es que en la boca lo tengo más a mano —dijo una vez cuando una chica (con un poco de asco) le preguntó. Esa misma chica que una tarde vino con un gatito y Pedro no dejaba de mirarlo. , ella le preguntó si le gustaba, a lo que Pedro le contestó—: La verdad no sé cómo hay gente que duerme sin un gato. A mí me encantan. 

Para Pedro, buena parte de la seducción es no ser quien uno es.

—¿Entendés? —me pegunta mientras parte el rifle por la mitad, saca un balín de su boca y lo carga. 

—Sí, pero no sé hacerlo —confieso.

Apunta a lo que él solo sabe y dispara. Insulta; vuelve a cargar; dispara y se oye un grito inconfundible.

—Por más que se esconda yo a ese gato lo estoy viendo hace rato —me dice con tono triunfal.

—¿Por qué haces esto? —pregunto mirando para el lado que disparó.

—¿No te parece que es tarde para preguntar eso?

—Es verdad pero nunca te lo pregunté

—Quiero decir que casi es de noche. Vamos.

Con su habilidad intacta para la evasión escupió todos los balines en una cajita y con el rifle al hombro iniciamos el camino de regreso. 

Cuando estábamos por cruzar una calle, hubo esa clásica indecisión entre el automovilista y el peatón, que por lo general se resuelve con el gesto del que va en auto, haciendo con la mano indicaciones para que pase y el apuro del peatón, que con un ridículo y breve trotecito, da de forma teatral, las gracias.

Cuando hube cruzado la calle me doy vuelta y veo que Pedro (tomándose más tiempo que el necesario) iba por la mitad. Sonó una corta bocina. Pedro miró el auto y apuntó con su rifle. El auto aceleró violentamente y pasó por su lado. 

Cuando se me acerca me dice: 

—Uno puede asustarse por cosas que ignora prolijamente. 

Como ve mi cara de asombro, completa: 

Ni estaba cargado ni creo que pueda romper el vidrio. 

—¿Y él como podría saberlo? —pregunté enojado.

—Lo dicho: se asusta de lo que no sabe. 

Pedro me generaba ese rechazo que tienen ciertas películas y que a la vez uno las quiere terminar de ver. Violento, mentiroso, fanfarrón, y sin embargo en muchas situaciones creo que tiene razón. 

Si alguien tiene que empujar a la locura de editar creo que a Pedro le sobran condiciones y las usó conmigo. Algún día (si llegara este tipo a formar parte de la realidad) lo dejaré plasmado en un cuento. 

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