Divorciado del amor propio,
solo veo lo mucho
que puede doler lo poco:
un espejo infiel,
un tatuaje debajo de la piel,
un rímel que se corre
hasta desaparecer.
Un olvido recordando
su papel,
otro cigarrillo que prendo
sin querer.
El alcohol (sin rimas)
que me pone su hombro y me hunde en
la superficie de la nada.
La religión aprovecha
y entra,
con gotas de campanadas.
Esta escalera solo es para bajar
al subsuelo
de mi realidad.