Palabras cansadas

Ladra lánguido, a desgano como un mandato.

No como antes, con esa furia, esa violencia y

esa salud que ya está en manifiesta retirada.

Nuestras miradas se encuentran y coincidimos en ignorar prolijamente el timbre. Siento que me agradece y hace silencio para seguir dormitando. Cuando escribo, a veces dejo algo sin tachar. No es éste el caso y mi humor anda por debajo del fondo. Cuando creo que mi estado de espíritu no puede bajar más, suena un largo timbre. Él me mira sin levantar la cabeza de su vieja almohada. No ladra. Yo creo entender. Dejo de escribir y me acuesto. 

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