
Persigo al paranoico para darle la razón.
Perfumo algún país desarrollado, para verle
la miserable sonrisa al cipayo.
Inquieto al beato con fotos hipnóticas.
¡Todo en nosotros es pasado! Y con ese grito apago
la vela que alumbra a Hotei, al Buda y demás.
Le señalo el ganglio al hipocondríaco.
Le exagero mis penas al suicida.
Y así sigo, sin intención de acomodarme entre
hipócritas sensibles, y odiando a quienes me echan el
humo en la cara,
esperando mí esperada recaída.