Esperando

Camina por su terraza a pesar del calor. Pasa su mano por la axila y se la lleva a la nariz; huele y sigue caminando. El calor es terrible pero él no puede quedarse quiero, los nervios lo hacen caminar. Con el dedo meñique hurga en su oído vehementemente; mira su dedo, lo huele y saca su celular del bolsillo. 

Observa que no tiene llamadas perdidas ni mensajes y contiene las ganas de tirarlo. Camina ligero, patea un balde con fondo verdinoso. Siente que el sencillo acto lo relaja. Se ve tentado de patear otro pero como contiene escombros, lo mira y sigue de largo. La vista desde su techo es desoladora, todo de un gris ceniciento: tanques de agua, ropas tendidas al viento y cosas que son para tirar pero no se tiran. Se asoma al borde y escupe. Observa cómo su saliva se hace pequeña y tiembla antes de aplastarse en el techo del auto blanco. Mira su celular y se refriega los ojos. “Tienen que llamar”, piensa o lo dice, no puede saberlo y se queda pensando si habló solo. Tiene ganas de orinar y camina más ligero. Prende un porro para tranquilizarse y fuma apurado. Después de quemarse los dedos tres veces se decide y lo tira. Con las ganas de haberle dado una pitada más, escribe su nombre con orina; contempla la inútil prolijidad, se huele los dedos y saca su celular. Siente una bronca incontenible ante el silencio telefónico. Toma un medio ladrillo del balde y le tira a una paloma que tranquilamente estaba en un cable. Con una pun-tería inesperada le da de lleno: cae haciendo un ruido húmedo. Se asoma al vacío y la ve como un pedazo de trapo gris. Saca su celular, lo reinicia mientras camina en círculos. Ve un gorrión donde hace instantes estaba la paloma. Toma un pedazo más chico de ladrillo y se lo tira. Pasa como a dos metros del pájaro, que ni se entera del atentado. El proyectil da en una ventana rompiendo el vidrio. Se siente más aliviado al saber que lo de la paloma no fue adrede. Fue solo un descargo de enojo. El celular vuelve a tener todas sus funciones alertas pero ningún llamado. Cree que lo mejor va a ser no esperar más e ir el al hospital. Baja corriendo y sale a la calle. Una trompada lo tira al suelo y queda justo al lado de la paloma. Un hombre lo insulta y le pide que pague por el vidrio. 

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